martes, 22 de diciembre de 2009

ARGUMENTO DE MARÍA ESTUARDA: DONIZETTI




ARGUMENTO

Acto primero

En el palacio de Westminster los cortesanos esperan el regreso de la reina Isabel de un festejo en honor a franceses enviados por el Duque de Anjou, embajador de Francia.

En medio de la alegría general llega la reina anunciando que el Rey de Francia ha pedido su mano, pero está todavía indecisa. Se casará con el francés si los intereses británicos lo requieren, dado que ella piensa en otro amor.


Unos cortesanos, entre ellos Georges Talbot, piden a la reina que tenga piedad por Maria Stuardo, reina de Escocia, que es mantenida en prisión, a la vez que Lord William Cecil, gran tesorero de la corte, recomienda su ejecución,

Isabel los silencia, ya que sobre este tema su mente también está dividida, y pide al Conde de Leicester que lleve al embajador francés un anillo como símbolo de su aceptación provisional.

Isabel y sus cercanos parten dejando a Leicester con Talbot, que justo ha llegado y le quiere hablar. Talbot le confiesa haber estado en la prisión de María Stuardo y le cuenta que ella sólo tiene confianza en él. Talbot trae una carta y un retrato de María. Turbado, Leicester asegura que liberará a María, la mujer a quien el ama.

Talbot se va y Leicester se enfrenta la reina Isabel, quien pide la carta y le hace confesar su amor por María Stuardo. Leicester sugiere a la reina que visite Fotheringhay simulando una fiesta de cacería. Mientras él urge a la reina a mostrar piedad, ésta planea castigar a quien ambicione su corona y la prive del hombre a quien ama.

Acto segundo

Un jardín en el castillo de Fotheringhay, en Northamptonshire, al norte de la capital inglesa. Este lugar sirve de prisión para Maria Stuardo.

En un momento de libertad, Maria pasea junto a su criada Ana. Admirando la belleza de la naturaleza, rememora felices días de su juventud en Francia.

Se oyen cornos de caza a la distancia, a la vez que coros lejanos saludan a la reina Isabel. María aborrece encontrársela y pide a Ana que se vaya, al ver aproximarse a Leicester. Éste tiene la confianza de poder liberarla, y aconseja a María mostrarse sumisa ante Isabel.

Llega la reina y su comitiva, y Leicester una vez más implora piedad. Maria Stuardo se arrodilla ante Isabel, tratándola como hermana y suplicándole ser menos drástica. Pero Isabel contesta con altivez, llamando a María criminal, infiel a su esposo y culpable de fraude y traición.

Aunque Leicester trata de interceder por ambos lados, María se enfurece al máximo y denuncia a Isabel de ser una bastarda y una obscena prostituta que ha mancillado el trono de Inglaterra. Isabel llama a sus guardias y les ordena llevar a María a prisión, en espera de la ejecución.

Acto tercero

En el palacio de Westminster, la reina Isabel está junto a Lord Cecil, quien la urge para firmar la orden ejecución de Maria Stuardo.

La reina vacila pero al ver aproximarse a Leicester, se apresura y estampa su firma. Cuando éste la acusa de condenar a una mujer inocente, la reina le dice que ya todo está listo, que él también prepare su tumba y que personalmente deberá ser testigo de la muerte de su amante una vez que el cañón suene tres veces.

La escena cambia a la habitación de Maria Stuardo en Fotheringhay. Cecil, acompañado de Talbot, trae el decreto de ejecución y ofrece a María los servicios de un ministro protestante, lo cual ella rehúsa con indignación.

A solas con Talbot la prisionera confiesa que se siente perturbada por sus pecados del pasado. Talbot abre su capa y deja ver atuendos de sacerdote católico.

María Stuardo toma un crucifijo y arrodillada se confiesa, admitiendo adulterio y complicidad en el asesinato de su esposo. Talbot le da la absolución y la escena cambia a la cámara de ejecución. Los cercanos a María expresan su horror ante la presencia del entarimado y el hacha mortal.

Entra María vestida entera de negro y con corona de reina. Pide que venden sus ojos, y junto a Ana y Talbot implora la protección de Dios. Quienes la acompañan le aseguran el perdón celestial, a la vez que se oye un primer cañonazo y se abre la puerta de la cámara de ejecución.

Cecil entra con sus guardias y dice que la reina Isabel accederá a su último deseo. María pide que Ana pueda acompañarla y envía un mensaje a Isabel: le da su perdón y pide a Dios que le otorgue una larga y feliz vida, sin remordimientos y que Inglaterra disfrute de la gloria del cielo. Maria se despide de todos al sonar el segundo cañonazo.

Suena el tercero, y el verdugo y sus ayudantes vienen a buscar a María Stuardo, que se aleja con ellos ante la consternación general y la satisfacción de Cecil.



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